Mamá, quiero ser guionista

Un día dije aquello de 'mamá, quiero ser guionista' y entonces ella...
¿por qué no me abofeteó?

viernes, 16 de septiembre de 2011

Drácula no es un vampiro de Súperpop

Vampiros de la Súperpop, así son los vampiros de la famosa saga 'Crepúsculo'. Me confieso adicta a estos personajes nocturnos que tanto de moda se han puesto entre los quinceañeros. Me enganché al amor adolescente de 'The Vampire Diaries' y a la atmósfera rockabilly de 'True Blood'. Os juro que hubo noches en que pensé que estas criaturas de la sangre resurgirían para morderme la yugular desde debajo de la cama. Pavor y obsesión, en una misma palabra.

Creo que fue a la mañana siguiente cuando vi el libro de Bram Stoker en mi estantería y me dije... Shame on you, Maribel, no tienes ni idea de dónde salió el género que tanto te mortifica. Abrí página y empecé a leer.

El clásico de este escritor dublinés, a pesar de ser centenario tiene una narración de lo más moderna. El relato se construye a través de retazos (cartas, diarios, periódicos) y miradas de los personajes. Ajustando la forma de escribir a las distintas personalidades, cada uno se enfrenta al misterio desde una mirada que se inquieta en caprichosa forma.

El lenguaje no resulta antiguo, es más, la lectura es sorprendentemente ágil y las descripciones son rara vez densas o extenuantes.  Lejos quedaron aquellos vampiros musculados que te hacían dudar si huir o caer en sus brazos para que te hagan presa de sus artes amatorias. El Conde Drácula, el de verdad, es feo y repugnante. A veces coge forma de lagarto y trepa por tu ventana, ahí lo dejo.

Así lo imaginó quien dio por fin forma literaria y concierto al clásico de la literatura vampírica: la mente del niño Bram. Dicen por ahí que esta oscura inspiración le venía de juguetear con los demás niños en un curioso parque: el cementerio de su barrio de Dublín.

Terrorífico, ¿no?





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